La doctrina de la elección soberana de Dios es bíblica. Esta frase quedaría perfecta con el famoso meme del pollito que dice "¡Se tenía que decir, y se dijo!". No solo es bíblica, sino que es una doctrina fundamental para el crecimiento, fortalecimiento y gozo de cada cristiano.
Recuerdo crecer en un contexto cristiano en donde hablar o mencionar esta doctrina producía distintos resultados. Algunas veces levantaba la ira de algunos gritando "¡herejía! Aquellos que creen en esta doctrina son unos herejes!". Otros simplemente no querían hablar del tema porque es controversial y entendían que como cristianos no debemos preocuparnos por las controversias ya que traen discusiones y disgustos entre hermanos; solo debemos mostrar el amor de Cristo y predicar el evangelio.
Hoy puedo decir que amo la doctrina de la elección soberana de Dios porque amo la palabra de Dios. Digo esto porque esta enseñanza no fue inventada por ningún hombre, sino que tiene su nacimiento en el carácter de Dios mismo. Y aunque probablemente en otra ocasión escriba más detalladamente sobre este tema, en este breve escrito me enfocaré en la elección soberana de Dios como base para la predicación del evangelio.
¿Qué es la elección soberana de Dios?
Bíblicamente, cuando hablamos de la elección y la predicación del evangelio, nos referimos a la doctrina de la salvación. En ese sentido, la elección es el acto soberano de Dios por medio del cual, Él, por su gracia, libremente escoge a aquellos que Él desea salvar.
Esta es una enseñanza que se encuentra de principio a fin en las Escrituras. A continuación les dejo algunos de muchos versículos que considero hablan claramente sobre este tema:
-Deut.7:6-8; Mar.13:20,27; Jn.15:16; Hch.13:48; Rom.8:28-33; Rom. 9; Ef.1:4; 2 Tes.2:13.
La elección y la predicación del evangelio
“Si Dios ya ha escogido a quienes salvará, ¿Para qué entonces predicar el evangelio?” ¡Esa es la pregunta! ¡Listo! No hay forma de concluir de otra manera pues sería ilógico. Sin embargo, pensar de esta manera muestra la falta de entendimiento de la persona, ya que no estamos hablando de una lógica humana, sino de la mente de Dios de dónde viene esta verdad.
Esa pregunta ha sido -y continúa siendo- muy famosa a lo largo de la historia de la iglesia. Hay personas que se van a un extremo diciendo que la doctrina de la elección nos enseña que predicar el evangelio no es necesario porque al final los escogidos serán salvos a como dé lugar. Este grupo de personas ha producido, lamentablemente, un disgusto por esta doctrina llevando a otro grupo a negar la soberanía de Dios en el acto soberano de elección. No obstante, ambos se están quedando cortos en su comprensión de la palabra de Dios sobre este asunto.
Hace unos días, me topé con un versículo que responde a esta pregunta:
“Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad…” (Tito 1:1)
Pablo se presenta específicamente como un siervo y mensajero de Dios. Lógicamente debemos entender por tal descripción de sí mismo que él sigue órdenes y como mensajero tiene un mensaje que comunicar. Sabemos que el Señor Jesucristo envió a sus discípulos a predicar el evangelio (Mt.28:18-19), algo de lo cual Pablo estaba muy claro (1 Cor.2:2).
Pero Pablo no solo sabía cuál era su ministerio, sino a quién estaba dirigido. Dice el versículo que su trabajo era dirigido a la fe de los escogidos de Dios. Es decir, que su predicación era para que los escogidos de Dios escucharan y fueran salvos, y luego edificados en el conocimiento de la verdad que los conducía a una vida piadosa.
En su segunda carta a Timoteo, el apóstol Pablo dice lo siguiente:
“Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús, y con ella gloria eterna.” (2 Tim.2:10, énfasis agregado)
Pablo estaba diciendo que su vida estaba dedicada a la predicación del evangelio para que los escogidos puedan ser salvos, porque sin el evangelio ninguno de los escogidos serán salvos. De otra manera, ¿Por qué se sometería Pablo a tanto sufrimiento por algo que no está asegurado?
¿Qué aprendemos de esto?
La doctrina de la elección soberana de Dios y la predicación del evangelio no son incompatibles ni inconsistentes. Están profundamente unidas. Una no puede sin la otra porque así lo ha determinado Dios (1 Cor. 1:21,24). La doctrina de la elección soberana de Dios es el fundamento para una apasionada predicación del evangelio, pues nos impulsa a cumplir gozosamente con nuestra divina responsabilidad sabiendo que será efectiva en aquellos que Dios ha elegido mostrar su soberana gracia.
Si no descansamos en la soberana elección de Dios dependeremos en nuestros esfuerzos al momento de evangelizar, muchas veces incluso intentaremos forzar a la persona a tomar la decisión de seguir a Cristo para que así estemos seguros de su aparente conversión. Cuando hacemos eso, estamos haciéndole daño a la persona que probablemente no tuvo un nuevo nacimiento real. Por tanto, las implicaciones de creer en la soberanía de Dios en la elección como base para la predicación del evangelio tienen efectos eternos tanto en el que predica como el que escucha el evangelio.
Conclusión
La manera en la que Dios ha unido la doctrina de la elección y la labor de la predicación del evangelio, nos enseña lo importante que es para todos conocer las grandes doctrinas de las Escrituras para tener un fundamento sólido al momento de vivir para la gloria de Dios.
Sí, evangelicemos; pero también amemos profundamente conocer las maravillosas obras de Dios para que obremos de manera más gozosa, apasionada y con excelencia para la gloria de Dios.